Si bien el golpe militar de 1976 tuvo bases económicas, es inegable que también hubo un contorno cultural muy importante que lo legitimó ante la población. Este aspecto no es solamente un contexto interno de la Argentina, pero la conecta directamente con el anticomunista y una ideología política que no era novedosa en la escena mundial.
La construcción del nuevo paradigma neoliberal y de la dominación del capital sobre el trabajo fue amplamente impulsada por el constructo ideológico del “enemigo interno”, de la “subversión” y de la “amenaza roja”. Todos estos constructos sociales fueron fundamentales para justificar un nuevo orden jurídico y social que acompañava el proyecto de la dominación neoliberal en el país. Esta fuerte ideología y su amplia inserción en la sociedad tuvo el doble rol de legitimar la coerción del Estado y de fomentar las bases del consenso colectivo de que el enemigo estaba ahora en suelo Argentino, en las universidades, municipalidades, sindicatos y hasta en la vecindad. La fuerzas armadas ya no más tenían el único propósito de proteger la nación contra la amenaza externa, pero también de mantener la “seguridad interior” y luchar contra la “subversión”. Por esta ideología, los Marxistas podrían aparecer en cualquier lugar y la población fue convocada a denunciar el enemigo oculto.
El Contexto Mundial y la Política Yankee
En la década de 50 los EEUU ya tenían contemplado en su proyecto de seguridad continental la “amenaza roja” como razón suficiente para la intervención interna en los países latinoamericanos. Sería ingenuo ver la inserción de esta política desde una perspectiva victimada de latinoamerica hacia el império estadounidense. De hecho, casi todos los países en la X Conferencia Panamericana de 1954 votaron una acción continental contra el comunismo internacional. Como pico de este processo, muchos países latinoamericanos viveron bajo dictaduras militares entre las décadas del 60 al 90, apoyados y financiado por el gobierno norteamericano.
En la Argentina, el processo tuvo por supuesto sus características locales y una inserción específica, pero las bases ideológicas funcionaron de manera similar a todos los países del continente. Como parte de esta política, las fuerzas armadas estaban orientadas al control interno de disidencias, con acciones represivas y fomento ideológico. La seguridad nacional se volvió en un instrumento de represión contra el própio pais, justificado por “la lucha contra el comunismo”. Desde la década de 60 hasta el golpe de 1976, las succesivas dictaduras militares afirmaron la política “antisubversiva” y “anticomunista”, iniciando una guerra interna y una verdadera “caza a las brujas”, donde el enemigo era el cuidadano argentino enemigo de la patria. No obstante, el componente ideológico de la ”seguridad nacional” estaba también amplamente instalada en la cultura política argentina y tuvo consecuencias reales mismo en el conexto democrático del gobierno Perón de 1973, y que fue amplamente apropiada por diversos sectores de la población.
Aunque la importancia de los procesos locales no pueden ser negados en el contexto del golpe militar de 1976, tampoco se puede ignorar el escenario mundial de la guerra fria como un componente muy importante en la influencia ideológico-cultural de este momento histórico del pais. El conflicto bipolar mundial se entronca con un momento fundamental de la historia de la argentina: el gobierno Perón de 1973. Muchos actores políticos locales utilizaron la conflictividad global en sus própias necesidades internas y no se puede subestimar el uso de este proceso en el contexto político argentino en los momentos que antecedieron el golpe de estado de 1976. El contexto ideológico de la guerra fria ha permeado la acciones locales de nivel simbólico y las prácticas cotidianas de los sujetos políticos de este momento histórico de la Argentina y do los demás paises latinoamericanos.
Los años 70 y la seguridad nacional en la democracia
Impulsada por la política estadounidense y con su auspicio, las fuerzas armadas argentinas adoptaron la “doctrina antisubversiva” desde fines de los años 50, junto con el concepto de “seguridad interna”. Em nombre de la amenaza comunista, desde la década de 30, muchos gobiernos justificaron medidas de represión y de restricciones a la libertadad. Este proceso se intensificó mundialmente a partir de los años 50 y la primera aplicación importante de esta política en la Argentina fue con el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), en 1960 en el gobierno constitucional de Arturo Frondizi. La “Revolución Argentina” de 1966 también estuvo alineada con la Doctrina de Seguridad Nacional del gobierno Yankee, basada en la hipotesis de la “guerra interna”.
Pasado el período de la “Revolución Argentina”, se desarrolló una breve experiencia democrática con el retorno del Peronismo. Marcado por no romper totalmente con las políticas autoritarias de los gobiernos anteriores, sería más ajustado llamar este período de un gobierno constitucional, más que propiamente democrático. Los discursos y prácticas represivas en nombre de la “seguridad nacional” se mantuvieron, una continuidad simbólica que tiene efectos profundos en una sociedad que, pasados 10 años de dictadura, esperaba un cambio social significativo, sobretodo con el peso ideológico que traía el peronismo y su historia. Perón volvió al pais tras dieciocho años de exilio y fue electo con 62% de los votos. Hubo un gran expectativa y movilización social tras casi dos décadas de proscrición política del peronismo. Al mismo tiempo en que dentro del peronismo se desarrollaron grupos de ideologias políticas diversas (de la extrema derecha hasta otras de extrema izquierda), con el pasar de todos estos años se formaron en el pais diversas guerrillas marxistas y pernonistas que se orientavan hacia la lucha armada revolucionaria. Mismo con el gobierno de Perón, estos grupos siguieron con su lucha armada, enfrentando el propio gobierno peronista. Ante un contexto ideológico-cultural de “seguridad nacional”, “amenaza roja” y “subversión”, la actuación de estos grupos se encajó perfectamente para dar forma al enemigo del imaginario colectivo. Así, el propio presidente Perón dijo:
“Nosotros vamos a proceder de acordo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley también vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente. Porque a la violencia no se puede oponer otra cosa que la propia violencia.”
Tras más de una década del constructo ideológio-cultural del anticomunismo y ahora con el endoso del presidente, el repudio social a la acción de estos grupos y al comunismo se afirmó definitivamente en la población. El discurso de Perón suponía y legitimava la idea del “enemigo marxista”, la “subversión” y el enemigo externo que se había instalado dentro del país y que amenezaba la patria y el ciudadano argentino. Estaba oficializada y autorizada la represión por un gobierno supuestamente democrático.
El consenso sobre esta idea unía la Iglesia, los sindicatos, la prensa, el parlamento y, por supuesto, las fuerzas armadas. Las acciones armadas de las guerrilas fue amplificada por el constructo simbólico del enemigo interno que amenzaba el orden y, de este modo, justificó ante la población todo tipo de arbitrariedades jurídicas y represivas. Con el pasar de los años, esta idea penetró totalmente la sociedad argentina y la noción de subversión empezó a aplicarse a distintos sectores de la sociedad: subversión obrera, subversión en las universidades, subversión juvenil, subversión periodística, etc. El enemigo podía infiltrtarse en todos los ámbitos de la sociedad y personificarse en el vecino, el profesor, el trabajador, el periodista, el joven. La eliminación del “terrorismo” era un necesidad de supervivencia de la nación y justificaba la violencia del estado y la excepción jurídica. Como sabemos, esta fórmula no es nueva en la história y tampoco ha dejado de ser utilizada hasta hoy, como en los EEUU y su guerra contra el terror, por ejemplo.
El Mantenimiento Simbólico del Orden
Una vez instalada esta idea, se hacía necesário mantener el control sobre la población y constantemente reprimir posibles apariciones del enemigo interno. Tras el golpe de 1976, docenas de artistas tuvieron sus canciones y obras censuradas por la dictadura. Cualquier manifestación artística considerada subversiva o comunista podría ser prohibida por el gobierno de facto, lo que se aplicaba a artistas internacionales o argentinos. Recientemente se difundió el documento con la lista de 200 temas censurados durante el regimen dictatorial, entre los cuales estan artistas nacionales como Leó Gieco, Charly Garcia, Alberto Spinetta, Horacio Guaraní y Ariel Ramirez. El control ideológico era tan absurdo cuanto aleatório y en un intento de artificialmente reconstruir en la sociedad el nacionalismo y al mismo tiempo el rechazo por la cultura britanica en función de la guerra por las malvinas, en 1982, se relajó el control de la difiusión del cancionera argentino y se prohibió la música en inglés.
Conclusiones
La guerra fría fue un elemento fundamental, aúnque no único, en la incorporación de los paises latinoamericanos dentro del contexto mundial y bajo las políticas estadounidenses. La idea de defensa de la patria se fusionó con la idea de seguridad interna en todo el continente y fue adoptada por las fuerzas armadas y los actores políticos de la época. En la Argentina, esta ideología se volvió en una variable interna importante sobretodo en el contexto del peronismo, que directamente incorporó el discurso simbólico con sus própias idiosincrasias y características locales. El contexto del conflicto bipolar mundial tuvo efectos concretos en la história del pais, como en toda latinoamerica. El proyecto ideológico del gobierno militar argentino encontró en la “amenaza roja” la salida ideal para justificar y legitimar grande parte de sus acciones represivas en el período. Si la reorganización de la relación capital-trabajo era una necesidad de las elites dominantes ante el crecimiento del poder popular y de la fuerza de los sindicatos y de los trabajadores, el constructo ideológico del enemigo interno fue una de sus perfectas justificativas para la apropiación ilegitma del poder. La tática del miedo y del enemigo fue una vez más en la história utilizada para justificar el terrorismo de estado.
Lamentablemente, sabemos que este tipo de manipulación ideológico-cultural aún encuentra espacio para florecer en el mundo actual. En nombre de una supuesta seguridad y bien estar colectivo, la sociedad todavía cree que el uso de la violencia se justifica. Esto, por supuesto, hasta el momento en vean que sus intereses no estén contemplados en la excepcionalidad estatal. La violencia solo puede ser hacia el otro y para proteger mi visón de mundo, podrían decir.
Bibliografía:
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